El “boom” de Nuevos Apóstoles: Una Respuesta Respetuosa (Parte 1)

Todos somos testigos del auge e influencia del conocido “mover” apostólico y profético en todas las esferas del ámbito evangélico contemporáneo. A diferencia de los 60s y mediados de los 70s donde no existían tantos clichés como en la actualidad, nadie consideró necesario autodenominarse “apóstol”, ni mucho menos imaginar serlo. Nunca será nuestra intención ofender ni muchos menos herir la susceptibilidad de algún hermano o pastor que simpatice con esta forma de doctrina, más bien, buscamos motivar a los lectores a escudriñar las Escrituras, analizarlas, interpretarlas y contextualizarlas pero sin divorciarse de la historia.

  En la actualidad no es para nada extraño que un ministro que durante muchos años fue pastor, hoy se autodenomine “apóstol” por alguna razón personal. El asunto no radica en hacerse llamar “apóstol” sino en saber cuales son las vías que lo condujeron a realizar dicho cambio. Cuales fueron sus motivaciones personales o ministeriales que influyeron en su manera de pensar y creer la fe bíblica, de tal manera que ser “apóstol” sea una mejor y más adecuada perspectiva de su servicio a Dios. Sería bueno que algunos pastores  explicaran a los creyentes las razones de su nuevo “apostolado”.

La pregunta principal sobre el tema del nuevo apostolado no debería ser, si actualmente hay apóstoles, sino más bien sería: ¿Se necesitan apóstoles hoy en la iglesia? Para responder a esta pregunta debemos recurrir a exégesis bíblica, y a la historia. La exégesis no solamente nos ayuda a interpretar los textos bíblicos sino a contextualizarlos, es decir, así como los primeros destinatarios recibieron directamente la Palabra en su circunstancia histórica, así también nosotros, debemos comprender el texto en su contexto histórico y contextualizarlo a nuestra propia circunstancia histórica, es decir, ¿Qué me dice el texto bíblico aquí y ahora?. Del mismo modo, la historia nos ayuda a comprender el devenir de los eventos que nos precedieron, pero como dice el historiador latinoamericano Justo González: «…quien estudia la historia no se enfrenta a una serie de datos sin más, sino a una serie de datos interpretados».[1] 

Esto significa que nuestra concepción sobre el apostolado debe interpretarse históricamente, a la luz de la teología de la Iglesia durante los más de dos mil años de militancia.

Significado del Vocablo “άπόστολος”

Antes de escribirse el Nuevo Testamento y desarrollarse la teología de la iglesia, el vocablo “άπόστολος” no significaba otra cosa que un enviado, «embajador o emisario, envío de tropas o de naves, expedición, armada o tropa».[2] Sin embargo en fechas posteriores el vocablo designaba a alguien que es enviado a realizar una misión y ese es su uso particular en el Nuevo Testamento. De modo que el vocablo “apóstol” debe comprenderse en dos sentidos: (A) En su sentido General, se refiere a cualquier persona o cosa que es enviada por alguien, p. ej., cuando Dios envía a Moisés a librar a Israel en Egipto, según las palabras de Esteban en Hch. 7:34 donde usa la expresión gr. άποστείλω σε = para enviarte. La Septuaginta (LXX) o versión griega del Antiguo Testamento usa “άπόστολος” en 1Reyes 14:6 cuando el profeta Ahías silonita declara a la mujer de Jeroboam las siguientes palabras «…he aquí soy enviado a ti con revelación dura» (énfasis del autor). En Heb. 1:14 hablando de los ángeles se dice que son «…enviados para…» άποστελλόμενα (apostellómena = siendo enviados). Así también Pablo, en 2Cor 8.23 usa el término en su sentido general para designar a un grupo particular de hermanos que son απόστολοι = enviados, para realizar una misión específica, es decir, llevar el donativo para los santos pobres de Judea. En ese mismo sentido Epafrodito, es un enviado (gr. “άπόστολος”) de Pablo y mensajero de la Iglesia (Filp 2:25). Se podría decir que todos cuantos obedezcan la voz del Señor y son enviados por él son “άπόστολος”, cuyo significado por extensión se aplica a la totalidad del pueblo de Dios en virtud de su misión divinamente entregada.

(B) En su sentido especial, “άπόστολος” denota a los hombres que fueron designados y enviados por el mismo Señor Jesucristo. Nótese que el uso del vocablo en los Evangelios sinópticos puede denotar ese sentido especial (Mt. 10:2; Lc. 6:13, 22:14), aunque el uso predominante, es «discípulos». Lo primordial del significado de “άπόστολος” es que «tanto el sustantivo apóstolos como el verbo apostéllein ponen de relieve los elementos que designan una comisión: autoridad en la comunicación de un mensaje, y responsabilidad en cuanto a rendir cuentas al enviante»[3].  Así que la palabra «apóstol» significa enviado, pero no todo enviado es apóstol[4]. En el sentido novotestamentario, puede haber muchos enviados, por distintas razones, tanto regulares como eclesiológicas, pero «apóstol» según el significado especial designa básicamente a quienes forman el grupo de «los doce» y algunos casos excepcionales, los cuales serán analizados posteriormente…


[1] Justo González, La Historia Como Ventana al Futuro: Ensayos sobre la Historia de la Iglesia. (Buenos Aires: Kairós, 2002):56

[2] Véase, “άπόστολος” en: José M. Pabón de Urbina, Diccionario Manual Vox: Griego-Español. (Barcelona: Biblograf S. A., 1995): 78

[3] Véase, “APÓSTOL” en: Francisco Lacueva & Alfonso Ropero, Diccionario Teológico Ilustrado. (Barcelona: CLIE, 2001):67

[4] Ibíd.

(Artículo publicado en la revista Yelmo y Espada)
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