Si Jesús es Dios, ¿por qué dijo que el Padre era mayor que él?

En ocasiones existen textos que aparentemente contradicen la afirmación de que Jesús es Dios, esto es, que tiene posee toda la plenitud de la divinidad; uno de los más comunes es el de Juan 14:28, a saber: “Habéis oído que yo os he dicho: ‘Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.’” A simple vista es válido pensar que Jesús está marcando una diferencia radical entre él como hombre y el Padre como Dios. Sin embargo no podemos obviar la gran cantidad de referencias directas a la plena divinidad de Jesús (Jn 1:1;20:28;Rom 9:5; Filip 2:6; Tito 2:13; 1 Jn 5:20). De igual forma la Escritura afirma que este Hijo tomó para sí una naturaleza humana; ese es el núcleo de la fe cristiana (1 Ti 3:16). Si tenemos en mente que Jesús tiene dos naturalezas, una divina y otra humana, y entendemos que durante su estadía en la tierra se humilló hasta lo sumo tomando forma de siervo (Filip 2:6-8), limitando así el uso de sus privilegios divinos a la voluntad del Padre mediante el Espíritu Santo (Heb 9:14), tendríamos que reconocer que no existe una negación de la plena divinidad de Jesús en Juan 14:28.

Sin embargo hay algo más que podemos afirmar: la diferencia entre las expresiones “mayor/menor” y “superior/inferior”. El término mayor o menor2 nos habla de posición, esto se traduce en que, posicionalmente hablando, el Hijo a causa de su encarnación (1 Ti 3:16) llegó a ser menor al Padre y hasta a los mismos ángeles como lo indica Hebreos 2:7; en este texto aparece el término griego elattoō, el mismo empleado en Juan 3:30 por el bautista cuando declara que es necesario que Jesús crezca pero que él mengue (elattoō).

En este contexto, mayor y menor no hacen referencia a la naturaleza del sujeto. Por ejemplo, yo puedo tener un cargo mayor que todos en mi trabajo pero eso no me hace superior al resto de mis compañeros de labores (lo cual me haría una especie de super-humano). En relación al término “superior/inferior”, este se relaciona al grado de perfección del sujeto. Observamos como el Hijo es “superior” a los ángeles en todo el capítulo 1 de la carta a los Hebreos. El término griego usado aquí es el de kreittōn y en este sentido cobra el significado de una naturaleza superior, excelente y más valiosa. Recordemos que Jesús es el heredero de todo porque tiene la preeminencia sobre la creación entera (Col 1:15) al ser identificado como El Hacedor del universo (Heb 1:2).

También podemos conectar esta superioridad de Cristo en relación con los ángeles teniendo en cuenta la obra redentora al purificar los pecados y sentarse en el trono divino para completar esa obra (Heb 1:3). De esta manera el Hijo nos presenta una “mejor esperanza” dentro de un “mejor pacto” con “mejores promesas” (Heb. 7:19, 22; 8: 6; 9:23; 12:24). Esta superioridad o el grado en que el Hijo la demuestra coincide con ese nombre superior que “heredó” (Heb 1:4) aún por encima de los ángeles1.

Adicionalmente en relación con la divinidad de Cristo, diremos que Jesús como el Verbo de Dios (Juan 1:1) es la expresión exhaustiva del Padre; el Verbo es el revelador por excelencia, completo y final (Heb 1:1-2). Él nos ha dado del Padre la exégesis autentica (Jn 1:18 “exegésato”), por ser la misma irradiación de la gloria del Padre y la imagen o marca expresiva de su realidad sustancial y personal2. Según Colosenses 1:15-19, Jesucristo tiene la preeminencia en tres aspectos radicales: Él es el principio vital en términos positivos – en él fueron creadas todas las cosas –; en términos cronológicos – Jesús es antes de todas las cosas – y finalmente en el aspecto teleológico -todo fue creado por él y para él – . El apóstol Juan nos remite a lo mismo pero en términos negativos en Juan 1:3, es decir, que todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.


1 Robert M. Bowman, Biblical Christology (Excerpts from the forthcoming second edition of Putting Jesus in His Place: The Case for the Deity of Christ)

2 Francisco Lacueva Un Dios en tres personas. Editorial CLIE, pág 154