¿Qué es el filioque?

Cuando se quiere abordar un tema de sumo interés, en ocasiones se pierde de vista la complejidad que –generalmente– hay detrás. Ahora, cuando se añade un ingrediente de importancia histórica a dicho tema, los niveles de complejidad aumentan. Y finalmente, cuando el tema en cuestión está cargado de una dosis de controversia, los medidores de los niveles de complejidad explotan. Tal es el caso del filioque. Y no es que se quiera exagerar en el punto, pero cuando miramos las implicaciones que son intrínsecas al filioque, se hace obvio que no hay ninguna hipérbole a la vista.

Filioque es una palabra en latín que significa «y del hijo». Esta palabra hace referencia a la añadidura con respecto a la procedencia del Espíritu Santo en la formulación del Credo Niceno-Constantinopolitano:

«que procede del Padre [y del Hijo]».

Acá es cuando comienza parte de la amplitud y complejidad del tema. No obstante, se tratará de abordarlo de manera sistemática y sencilla, con el objetivo de que este escrito sirva como un acercamiento para tener una noción del mismo. Por consiguiente, se verá (1) el contexto del Credo, (2) el filioque como una añadidura, (3) el Gran cisma, (4) la aceptación de Occidente, (5) el filioque acusado como herejía y (6) las posturas en la actualidad.

El Credo Niceno-Constantinopolitano

Este Credo fue formulado en el Primer y Segundo Concilio Ecuménico (año 325 y 381, respectivamente). Fue definido por los Santos Padres de esos dos primeros concilios combatir diversas herejías.1 Este Credo es también llamado «el símbolo de la fe» debido a su importancia doctrinal e histórica dentro del cristianismo. Actualmente, sigue siendo respetado por todas las Iglesias orientales y occidentales antes del cisma y en él está resumida toda la verdad de la doctrina cristiana.

Respecto al tema que concierne este escrito, a continuación, se cita textualmente del Credo la línea con respecto al Espíritu Santo:

Y en el Espíritu Santo, Señor Vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado, y que habló por los profetas.

El Credo Niceno-Constantinopolitano fue confirmado por los Concilios Ecuménicos,2 los cuales prohibieron cualquier adición o cambio. Debido a esta restricción de añadir o cambiar el símbolo de la fe ya establecido y confirmado por la Iglesia, la controversia se hizo sentir luego de que el cristianismo oriental objetara y se levantara contra la ar

La controversia del filioque: En la iglesia oriental el Espíritu Santo procede del Padre, en Occidente del Padre y del Hijo.

bitrariedad con la que Occidente había hecho tal modificación.

El filioque como añadidura

Esta adición del filioque al Símbolo de la Fe, comenzó en España alrededor del siglo VI o VII, trasladándose posteriormente a Francia, siendo rechazado por las demás Iglesias. El mismo Papa León III la rechazó, mandando a imprimir este Credo en dos láminas de Plata, en griego y en latín, sin la añadidura «y del Hijo», colocándolas en las puertas de la Catedral de San Pedro en Roma, declarando que lo hacía para conservar el Credo intacto, como lo declararon los dos primeros concilios Ecuménicos. Posteriormente, los Concilios Ecuménicos III y IV (año 431 y 451, respectivamente) decretaron numerosos cánones de carácter disciplinario y práctico, donde el Concilio de Éfeso prohibió y anatematizó cualquier adición al Credo diferente de aquella de los dos primeros concilios.3 Este agregado, destinado originalmente afirmar la divinidad de Cristo ante los invasores bárbaros, quienes eran arrianos.

La conversión de las tribus bárbaras al cristianismo continuó en occidente durante el siglo VIII. El misionero más grande de esa época fue San Bonifacio (+745). Es también durante ese período que los papas de Roma, que reinaban en adelante sobre tierras, se dirigen a ejercer un poder temporal. Ellos entraron también en estrecha relación con los soberanos carolingios cuya ascensión comenzaba. Los reyes bárbaros de esa dinastía –Carlomagno, sobre todo– se prestaban a la colaboración de los obispos de Roma, a restaurar el imperio del Occidente. Para hacerlo, le era necesario primeramente volver a poner en discusión la legitimidad del imperio de Oriente. Su ataque consistió en acusar a Oriente de haber suprimido las palabras «y del Hijo» del Credo.4

El Gran Cisma

Durante varios años –antes del estallido a finales del siglo IX– fue aumentando la tensión entre el patriarcado de Constantinopla y el papado romano. Culturalmente, las mitades orientales y occidentales del antiguo imperio romano se habían separado ya en el siglo V. La desintegración política y militar de gran parte de la Europa occidental proporcionó un importante telón de fondo para este sentimiento creciente de aislamiento. Pero, además, las principales lenguas de comunicación como lo era el griego (en el cristianismo oriental) y el latín (en el cristianismo occidental), se habían vuelto ininteligibles para la mayor parte de la población.

A finales del siglo IX, el filioque comenzó a causar mayor controversia entre los papas romanos y los patriarcas bizantinos. Sumado a esto, es importante destacar otros factores que también influyeron en la final ruptura cristiana. Algunos de ellos son: la supremacía papal y las Cruzadas.

En el caso de la supremacía, el hecho de que la primacía haya pasado de Roma a Constantinopla, fue motivo de no pocas incomodidades.5 En cuanto a las Cruzadas, el saqueo de Constantinopla en la Cuarta Cruzada y, especialmente, la Catedral de Santa Sofía por parte de los latinos selló la ruptura.6

La aceptación de Occidente7

La Iglesia occidental considera el dogma de la doble procesión del Espíritu Santo del Padre e Hijo como un principio que se opone directamente al error que ellos ven en que el Espíritu Santo proceda del Padre solamente, no del Hijo.

Para los cristianos occidentales –principalmente la Iglesia católica romana y la mayoría de los protestantes– el rechazo del filioque constituyen aún hoy día los principales errores de la Iglesia cristiana oriental. Dentro de la Iglesia occidental, la doctrina del filioque se declaró dogma de fe en el Cuarto Concilio de Letrán (1215), el Segundo Concilio de Lyon (1274) y en el Concilio de Florencia (1438-1445). Así la Iglesia occidental considera que propuso de forma clara y con autoridad la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la tradición sobre la Procesión [o procedencia] de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

Desde las Escrituras, la Iglesia occidental ve que la «misión» o «envío» de una Divina Persona por otra denota la procedencia de la persona enviada de la Persona que envía. No obstante, también admiten que la única dificultad bíblica digna de mención se basa en las palabras de Cristo en Juan 15:26, donde se menciona que el Espíritu procede del Padre, sin que se haga mención del Hijo. Aunque, también ellos «solucionan» la dificultad arguyendo que no se puede demostrar que esta omisión sea una negación, y la omisión es sólo aparente, puesto que en la primera parte del versículo el Hijo promete «enviar» al Espíritu.

El Filioque acusado como herejía

No existe ningún tipo de declaración conciliar específica en la Iglesia ortodoxa que defina el filioque como herejía. Sin embargo, ha sido considerado como herético por varios santos ortodoxos, incluidos Focio, Marcos de Éfeso y Gregorio Palamás. En el Tercer Concilio Ecuménico y el concilio «Fociano» de 879-880 (ambos concilios que firmados por Roma), todos los cambios al Credo están anatematizados. Además, es denunciado explícitamente como herético por la Encíclica de los Patriarcas Orientales de 1848.

Hay una serie de razones tradicionalmente citadas para la definición del filioque como herética, incluidas:

  • Es contrario a las Escrituras, particularmente Juan 15:26.

  • Las justificaciones para incluir el filioque en el Credo –reforzar la divinidad del Hijo y enfatizar la unidad de la Trinidad– son redundantes, dada la redacción original del Credo. Es decir, el Hijo ya se describe como «Luz de Luz, Dios Verdadero de Dios Verdadero», y así sucesivamente. El Espíritu también «con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado».

  • El filioque distorsiona la triadología8 ortodoxa al hacer del Espíritu un miembro subordinado de la Trinidad.

  • Otra objeción común es el hecho mismo de insertar arbitrariamente el filioque en el Credo.

  • Roma resistió la inclusión del filioque durante siglos.

En la actualidad

En el catolicismo romano sostiene –como verdad dogmáticamente definida– que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. No obstante, La Iglesia católica romana reconoce que, en el idioma griego, el término κπορευόμενον usado en el Credo Niceno-Constantinopolitano para significar que el proceder del Espíritu Santo no puede usarse apropiadamente con respecto al Hijo, sino solo con respecto al Padre.9

En el anglicanismo, las Conferencias de Lambeth de 1978 y 1988 aconsejaron omitir imprimir el filioque en el Credo Niceno-Constantinopolitano. En 1993, una reunión conjunta se aprobó una resolución instando a las iglesias anglicanas a cumplir con la solicitud de imprimir el Credo litúrgico Niceno-Constantinopolitano sin la cláusula filioque.10 La recomendación no se renovó específicamente en las Conferencias Lambeth de 1998 y 2008 y no se ha implementado.

En la ortodoxa oriental no se reconoce la añadidura del filioque. El prominente teólogo ortodoxo Vladimir Lossky insistió en que cualquier noción de una doble procedencia del Espíritu Santo, tanto del Padre como del Hijo, era incompatible con la teología ortodoxa oriental. Para Lossky, esta incompatibilidad era tan fundamental que «nos guste o no, la cuestión de la procedencia del Espíritu Santo ha sido el único motivo dogmático de la separación de Oriente y Occidente».11

En cuanto a los protestantes en general, en los siglos que siguieron, el filioque fue considerado por los teólogos protestantes como un componente clave de la doctrina de la Trinidad, aunque nunca fue elevado a ser un pilar de la teología protestante. Actualmente, la mayoría de los protestantes y, especialmente, los evangélicos en general adoptan el filioque como parte del Credo. El reconocido y respetado teólogo John Zizioulas caracteriza a los protestantes como encontrándose «en la misma confusión que los teólogos del siglo IV que no pudieron distinguir entre los dos tipos de procesión, “procediendo de” y “enviado por”».12

El tema realmente es mucho más complejo de lo que parece y son muchos más los matices que se pueden tocar y las implicaciones que se pueden abordar. No obstante, este corto texto debería servir como introducción al tema desde una perspectiva amplia. Queda de parte de cada uno seguir adelante y continuar profundizando en todas estas cuestiones que forman parte de nuestra herencia cristiana y que da identidad a cada creyente miembro de la Iglesia de Jesucristo.

Bibliografía consultada y recomendada

Cunningham, Mary. La fe cristiana en el mundo Bizantino. Madrid: Editorial San Pablo, 2007.

Lossky, Vladimir. Teología mística de la iglesia de oriente. Barcelona: Herder Editorial, 2009.

Siecienski, A. Edward. The Filioque: History of a Doctrinal Controversy. Oxford: Oxford University Press, 2012.

Ostos, Jorge. Mero conocimiento: un llamado a una intelectualidad espiritual. Salem: Publicaciones Kerigma, 2018.

OrthodoxWiki. «Filioque». https://en.orthodoxwiki.org/Filioque

Philokalia Webzine. Jaroslav Pelikan: The Filioque. http://agrino.org/cyberdesert/Pelikan.htm.

Philokalia Webzine. Fr.John Meyendorff: On the Question of the Filioque. http://agrino.org/cyberdesert/meyendorf.htm.

Ware, Kallistos. La Iglesia Ortodoxa. Buenos Aires: Editorial Angela, 2006.

Notas al pie de página


1 Notablemente el arrianismo, el apolinarismo, el macedonianismo y el chiliasmo.

2Jorge Ostos (blog), s.f., https://www.jorgeostos.com/blog/la-doctrina-cristiana-y-los-siete-concilios/. Para una reflexión sobre la importancia intelecto-espiritual de los Concilios Ecuménicos, véase, Jorge Ostos. Mero conocimiento: un llamado a una intelectualidad espiritual. Salem, OR: Publicaciones Kerigma, 2018.

3 Concilio de Éfeso, canon VII.

4 Esas acusaciones figuran en los Libros Carolingios dados por Carlomagno al Papa de Roma en el 792.

5 El ceder el derecho, al Obispo de Roma, de la Primacía sobre los Obispos de Occidente, así como al de Constantinopla sobre los Obispos de Oriente, fue algo temporal y político, era privilegio de la capital. Cuando Roma fue la capital, su Obispo tenía asiento a la derecha del Emperador, por lo que este lugar temporal le dio el privilegio de la Primacía sobre los demás Obispos de Occidente. Cuando Constantinopla se convirtió en la capital del Oriente, su Obispo se sentaba a la derecha del Emperador o del Rey, por lo que, por este mismo privilegio temporal, alcanzó los mismos privilegios sobre todos los Obispos de Oriente. Si hubiera sido motivo religioso, el Obispo de Antioquía hubiera tenido la Primacía sobre todos los Obispos de Oriente y Occidente, por ser el sucesor directo de los Apóstoles Pedro y Pablo, quienes fundaron la Iglesia de Antioquía antes que la de Roma.

6 La cuarta Cruzada acabó en catástrofe para los griegos, cuando, con el pretexto de restablecer a un emperador depuesto anteriormente, los latinos saquearon Constantinopla durante tres días en abril de 1204. Los griegos consideraron que la destrucción y el pillaje de Constantinopla fue esta vez un acto de traición por parte de los latinos. Es justo decir que este acontecimiento representó el verdadero momento en que el cisma entre Oriente y Occidente se hizo definitivo.

7 Esta sección adaptada y editada de Anthony Maas, «Filioque». The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. http://www.newadvent.org/cathen/06073a.htm, Traducido por Pedro Royo.

8 La triadología consiste en la noción de que, para cualquier rasgo dado, debe ser común a todas las Personas de la Trinidad o única para una de ellas. Por lo tanto, la paternidad es exclusiva del Padre, mientras que el engendramiento es exclusivo del Hijo y la procesión exclusiva del Espíritu. La divinidad, sin embargo, es común a todos, como lo es la eternidad, ninguno creado, etc. La afirmación de que algo puede ser compartido por dos personas (i.e., ser la fuente de la procesión del Espíritu) pero no por la otra es elevar a esas dos personas a expensas de la otra. Por lo tanto, el equilibrio de la unidad y la diversidad se destruye.

9 Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (20 de septiembre de 1995). https://web.archive.org/web/20040903132523/http://www.ewtn.com/library/CURIA/PCCUFILQ.HTM.

11 Vladimir Lossky «The procession of the Holy Spirit in Orthodox Trinitarian theology», en Clendenin, Daniel B. (ed.). Eastern Orthodox Theology: A Contemporary Reader, (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2003), 163-181.

12 John D. Zizioulas, en Knight, Douglas H. (ed.), Lectures in Christian Dogmatics, (Continuum International Publishing Group, 2009), 78.