¿Murió la tercera parte de Dios?

La pregunta se fundamente sobre una concepción errada tanto de la naturaleza misma de Dios, de la doctrina de la Trinidad y de la muerte.

Aspectos a considerar

La Escritura revela que Dios es Espíritu (Juan 4:24), es invisible (Jn 1:18; 1 Ti 1:17; 6:15-16) y además no está limitado a un espacio físico, aspecto implícito en Juan 4:21 cuando Jesús dice “la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”.

En base a lo expuesto anteriormente, Dios carece de toda composición material; algo lógico porque todo ser físico es posterior a las partes que lo componen y, en este caso, Él es la fuente creadora de todas las cosas (Génesis 1:1). En teología se conoce a este atributo divino con el término de simplicidad y de allí vale afirmar que la unidad esencial de Dios es perfecta.

Respecto a la doctrina de la Trinidad, no debe concebirse como si cada persona esté separada en el mismo sentido que lo estarían tres objetos físicos o tres cuerpos humanos.  Creemos en un solo Dios (Dt 6:4) y en tres personas que subsisten en su Ser.  En este sentido, la Escritura indica la omnipresencia del Hijo (Mt 28:20; Ef 1:23), el cual pre-existió (Jn 1:1) y se hizo hombre (Jn 1:14) y por esa razón pudo gustar la muerte por nosotros (Heb 2:9).

Cerrando el círculo de concepciones distorsionadas, pareciera que la pregunta va a orientada a “dejar ver” que si el Hijo murió y forma una “tercera parte de Dios”, entonces en última instancia fue aniquilado. Hacer equivaler “muerte” con “aniquilación” y no con “separación”, es doctrina propia de los Testigos de Jehová; como sé que ningún unicitario cree esto, asumiré que el formulador de la pregunta no midió el alcance de su “bomba” antes de lanzarla y la onda expansiva terminó afectando parte de su propia creencia.

Respuesta

No. La tercera parte de Dios no murió. En primer lugar porque Dios es Espíritu Infinito e Invisible; no tiene partes, por eso carece de sentido concebir al Hijo como una tercera parte de la Deidad.  El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el único Dios verdadero (Dt 6:4; Juan 1:1; Juan 17:3; Juan 16:3), por tanto son omnipresentes (1 Rey 8:27; Jer 23:24; Mt 28:20; Ef 1:23; Sal 139:7-10) y aunque el Hijo ciertamente murió (precisamente porque tomó naturaleza humana) no lo hizo como si dejase de existir, sino en la semejanza de nosotros que un día tendremos que morir (ser separados de esta vida terrenal) para ir al juicio, algunos con la esperanza de vida eterna, otros de muerte eterna (Heb 9:27-28).


Como autor de este artículo difiero en algunos aspectos relativos al concepto tradicional de “simplicidad”, no en cuanto a que Dios tenga alguna composición material, pero sí en tanto que existen distinciones reales en Sus atributos (que prefiero llamar «perfecciones»). Sostener un concepto de simplicidad que borre toda distinción metafísica en Dios, lo haría ininteligible. Su amor sería igual a su justicia, que sería igual a su eternidad y esta igual a su ira, su esencia igual a su existencia  y así ad infinitum.

 

De cuan integrado esté un ser en sus partes dependerá el grado de su unidad esencial; por ejemplo, mientras más pequeño sea un teléfono celular podríamos afirmar que su unidad esencial es mejor a la de uno más grande. Como Dios es simple (carece de partes materiales) se puede afirmar que su unidad esencial es perfecta.

 

  También es importante aclarar el uso del término «persona» como la capacidad de manifestar auto-conciencia y conciencia de otros. El poder afirmar “yo soy yo” y “tú eres tú”  es exclusivo de seres personales. Aquí falla la concepción unicitaria (Solo Jesús) donde ser “persona” implica “corporeidad” (tener un cuerpo o naturaleza humana, un cuerpo físico) más que exhibir un sentido racional de identidad.

 

Si preguntáramos a nuestro vecino ¿Qué eres? La respuesta más lógica sería que nos dijera “humano”, pero si le preguntásemos ¿Quién eres? Nos tendría que decir “yo”. Como criaturas finitas, los seres humanos somos un solo individuo y una sola persona, un solo “que” y un solo “quien”. La Escritura revela a Dios como un solo individuo pero con tres “quien”: El Padre, el Hijo y El Espíritu Santo.