

El Teísmo se define fundamentalmente como la creencia en un Dios creador y sustentador del Universo. Este Ser se concibe capaz de intervenir activamente en Su creación a través de milagros que trascienden las leyes de la naturaleza¹. El Dios del Teísmo, en principio, es un Dios sin nombre y apellido, cuyos atributos generales guardan cierta correspondencia con el Dios de la fe judía, cristiana y musulmana. Su concepto a menudo rescata los tres «omni» (omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia) y los adscribe al Ser Supremo propio de estas tres grandes creencias monoteístas. De igual forma, se reconoce el carácter Personal de este Dios, confiriéndole nociones de voluntad, conciencia y razón.
Dando por sentado que el monoteísmo sostiene la existencia de un solo Dios, este papel del Dios Genérico busca ser un punto de encuentro para argumentos comunes sobre la coherencia del concepto y la existencia de un Creador. Sin embargo, surge una pregunta crucial para la teología comparativa y la comprensión de las religiones monoteístas: ¿qué tan genérico es realmente este Dios?
Por experiencia personal, al buscar un repuesto o accesorio para un artefacto, se nos ofrece la opción entre el original y el genérico. En teoría ambos deberían funcionar, pero el segundo suele ser más económico y, en muchos casos, de menor calidad o con especificaciones distintas. Aunque la comparación pueda parecer distante o incluso grotesca, desde una perspectiva didáctica debemos tener presentes las diferencias teológicas sustanciales entre el Dios genérico del teísmo y el Dios específico adorado por cada fe. No hacerlo podría llevarnos a «comprar» la idea errónea de que, en efecto, todos estamos hablando del mismo Ser Supremo.
Una de las maneras de discernir el grado de correspondencia entre el Dios genérico y el adorado por los creyentes de cada fe particular es examinar las características distintivas que cada una afirma sobre su Dios. Como cristianos, la Escritura enseña inequívocamente que hay un solo Dios verdadero (Juan 17:3). Al profundizar en esta verdad, encontramos divergencias significativas con el judaísmo y el islam:
- Naturaleza de Dios: En el cristianismo se revela como Tri-Personal (Padre, Hijo y Espíritu Santo), una doctrina central que lo distingue del Dios uni-personal del Islam y el Judaísmo. Esta especificidad teológica, como enfatiza Karl Barth en su Church Dogmatics, subraya la particularidad de la revelación cristiana, donde la Trinidad no es una mera adición, sino una comprensión fundamental de la naturaleza divina.
- Revelación Especial: Biblia, Corán y Torá. El Dios del cristianismo se ha revelado de forma especial y autoritativa a través de un libro que conocemos como la Biblia. De manera análoga, el Islam tiene el Corán y el Judaísmo la Torá y otros escritos. Sin embargo, la naturaleza y el contenido de estas revelaciones difieren significativamente, moldeando comprensiones distintas de la voluntad y el carácter de Dios. Étienne Gilson en God and Philosophy explora cómo la revelación divina trasciende las conclusiones puramente filosóficas sobre la existencia de un creador, ofreciendo un conocimiento más específico de Dios.
- Esencia Divina: Amor vs. Poder. La esencia del Dios de la Biblia se centra en el Amor (1 Juan 4:8), un atributo que permea su relación con la creación y con la humanidad. En contraste, la esencia de Alá (el Dios musulmán) se enfatiza a menudo como el Poder, lo que influye en la comprensión de su voluntad y sus decretos. Esta diferencia no es trivial, ya que moldea la ética y la práctica religiosa de cada fe.
- La Persona de Jesús: Dios Encarnado vs. Profeta. Para los cristianos, Jesucristo es Dios hecho hombre (Juan 1:1, 14), la encarnación divina a través de la cual se revela plenamente el carácter de Dios y se ofrece la salvación. Para el Judaísmo y el Islam, Jesús es considerado un profeta, pero no de la misma naturaleza divina. Esta diferencia cristológica es un punto de separación fundamental entre estas religiones. La naturaleza relacional de Dios, manifestada de manera única en la encarnación, como se explora en la teología cristiana, va más allá de la noción de un creador distante, resonando con ideas de encuentro personal con lo divino.
- La Salvación: Gracia vs. Obras. El Dios de la Biblia salva por gracia mediante la fe en Jesucristo (Efesios 2:8-9), un don inmerecido basado en el amor y la misericordia divina. En contraste, el Dios del Judaísmo y del Islam se relaciona a menudo con la salvación a través de la observancia de la ley y las buenas obras. Estas diferencias soteriológicas tienen profundas implicaciones para la vida de los creyentes y su comprensión de la relación con Dios. Como analiza Alister McGrath en sus obras, las distintas concepciones de Dios tienen consecuencias prácticas significativas en la doctrina de la salvación (McGrath, Alister E. Christian Theology: An Introduction).
Esta lista, aunque no exhaustiva, es suficiente para evidenciar las significativas diferencias teológicas entre los «Dioses» particulares de cada religión y el Dios Genérico que busca representarlas de forma común dentro del teísmo. En un contexto de creciente pluralismo religioso, como señala John Hick in An Interpretation of Religion, es crucial navegar estas diferencias sin caer en un relativismo religioso que ignore las verdades específicas de cada fe. Desde una perspectiva cristiana, la revelación progresiva de Dios en la Biblia, culminando en Cristo (Hebreos 1:1-3), ofrece una comprensión más completa y específica que las abstracciones teístas generales.
Es, por lo tanto, de vital importancia tener presente estas discrepancias cuando utilizamos formalmente argumentos para la existencia de Dios o en conversaciones informales, como al escuchar la idea común de que todos adoramos al mismo Dios pero con distinto nombre. No olvidemos que nuestra enseñanza y predicación no puede quedarse en el nivel de un Dios genérico, sino que debe dirigirse con claridad y convicción al Dios específico de la Biblia, expresando así la verdad distintiva y transformadora de la fe cristiana.
1 Así como un avión a razón de la aerodinámica no necesita suspender la ley de gravedad.
Es Lic. en Educación Mención Matemática por la Universidad de Carabobo. Estudios de Teología Básica en el Instituto Bíblico Melquisedec donde fue profesor de Cristología. Tiene un diplomado en "Enseñanza de valores cristianos" por la UPEL-Maracay. Lic. en Teología Mención Apologética por el Seminario Teológico "Alfa y Omega". Presidente de “Escogidos para Salvación C.A”, productora de la revista Logos. Ha impartido clases en seminarios como el IBSA y capacitaciones para CDO Argentina. Tiene un diplomado en Pensamiento Tomista por UFASTA- Argentina y actualmente está cursando un Certificado en Estudios Islámicos con el seminario ProMeta.